Natalia Dobles Trejos, investigadora
CICDE
Hoy debo presentarles a Tatiana (seudónimo), mujer de 23 años, de origen nicaragüense, quien hace escasos 3 años llegó a vivir a la comunidad denominada, “La gran Guararí”, nombre que esta comunidad también recibe por su diversidad histórica, demográfica, socioeconómica, marcada por las luchas sostenidas en manos de las mujeres organizadas.
Tatiana no tiene poco de estar en nuestro país. Ella migró a sus escasos 3 años en conjunto con sus padres, quienes se asentaron en fincas cafetaleras del sector de Naranjo, en la provincia de Alajuela. Su infancia y adolescencia recorrió las carencias propias de ser migrante ante los ojos de un país que les acoge con informalidad laboral y el constante ir y venir entre Nicaragua y Costa Rica en busca de mejores opciones de vida. Su madre, quien laboraba en labores domésticas y cafetaleras a expensas de trasladarse de finca en finca por la falta de asentamiento propio, se vio obligada muchas veces a sacarla del sistema educativo formal para que les apoyara en labores de cuidados familiares.
A sus veintitantos años, Tatiana se enamora y migra al Valle Central con su pareja. Con su embarazo, cargaba esa ilusión de mejores pasos y promesas urbanas para su familia. Sin embargo, su situación da un giro inesperado, su compañero se va a Nicaragua para no volver y queda Tati sola, en un cuarto de la comunidad de Guararí con su bebé de meses en brazos.
Así de pronto, vienen las autoridades del Patronato Nacional de la Infancia a advertirle a esa mujer madre, que debe salir de ahí por el bien del bebé, de lo contrario, serían separados.
Pero Tatiana no es de las mujeres que se sientan a llorar ante el dolor, y su búsqueda tuvo oídos dentro de la comunidad. Conoció a Xiomara (seudónimo), una mujer costarricense de mediana edad, a su familia y a otras mujeres más quienes solidariamente atendieron el cuidado de su bebé para que ella buscara trabajo y saliera adelante.
Afortunadamente, Tatiana encontró varios trabajos en casas, que le permitieron mudarse a un mejor lugar, cerca de su red de cuidados, es decir, dentro de la misma comunidad. Tatiana es una mujer luchadora y autónoma, quien encontró la sororidad también en el CEN-CINAI de la comunidad donde su hijo, ahora ya de dos años, recibe atención integral mientras ella se traslada durante el día, a las distintas casas donde colabora por jornadas de horas en las tareas domésticas.
Esta chica luchadora aún no ha concluido su escuela porque tuvo que trabajar desde temprana edad y eso le dificulta el acceso a trabajos más calificados. Tatiana apenas sabe leer y escribir, mas ello no le impide seguir tocando puertas y nuevas oportunidades. Su salario apenas alcanza para ambos y en las casas donde labora no la tienen asegurada.
Tati es consciente de que vive un esquema de violencia estructural y sigue su lucha por brindarle un mejor futuro a su hijo.
Ha encontrado una familia comunitaria que la acompaña en una gran parte de su proceso.
Cuando yo la entrevisté, Tati entre una sonrisa triste y sus ojos cristal, me cuenta en confianza su sueño de terminar sus estudios para acceder a trabajos más dignos y así romper el círculo de pobreza en su familia nuclear. Observé a una mujer grande buscando oportunidades con una red que le permita continuar su autonomía en condiciones de igualdad.
Reconocer los cuidados como inversión social es y repito, una prioridad en la agenda política de nuestro país.
(Fotografías tomadas el día 13 de octubre del 2022 por Natalia Dobles, Investigadora CICDE. Comunidad de Guararí)