Autora: Natalia Dobles Trejos

Si bien los cuidados y las labores domésticas se nos atribuyen a nosotras las mujeres de distintas edades, les tengo una noticia: ¡ESO DE CUIDAR NO ES NUESTRO ASUNTO!

Por eso entro de lleno a debatir la visión tradicional de los cuidados, porque esta relación de poder desequilibrada y tejida alrededor de nuestros cuerpos y construida alrededor de la división sexual del trabajo, atenta contra todo derecho de elección y auto cuido, sobre todo para aquellas mujeres de estratos socioeconómicos menos favorecidos por el sistema patriarcal capitalista.

Esta reflexión toma fuerza a partir de mi propia experiencia como mujer madre, la que me lleva a tejer profundo en los pilares políticos de los cuidados, porque en el contexto complejo de las políticas públicas se habla en el plano simbólico de igualdad de género, interseccionalidad, derechos humanos y equilibrio. No obstante: ¿Dónde queda plasmada nuestra voz? ¿Cuál es el mérito que tiene la sistematización de buenas prácticas si no se habla de la experiencia de cada una de nosotras en el lienzo de cuidados y superación personal? ¿De qué tipo de apoyos institucionales estamos hablando si el recargo cultural sobre cuidados continúa en nuestros cuerpos?

Estas incógnitas me conducen a investigar sobre “buenas prácticas” alrededor de los cuidados infantiles, porque se van hilando a partir de distintas modalidades que el Estado, empresa privada y actores de la comunidad internacional proponen por la demanda de cuidados, decantando en la Política Nacional de Cuidados y Desarrollo Infantil (Ley 9220).

Desde una lectura histórica, a partir de los años setenta, los cuidados, aunque no definidos en la agenda Estatal, se enfocan en primera infancia desde la salud y la nutrición. Estos años son un hito histórico porque coincide con una masiva entrada de las mujeres al trabajo remunerado en América Latina y Costa Rica, como parte de un cambio socio cultural, que poco a poco obliga al Estado a reconstruir alternativas de cuidados.

En el caso de las “buenas prácticas”, hago referencia a las infraestructuras y servicios de cuidados dirigidas a primera infancia, fundadas desde la institucionalidad pública; específicamente, el programa de CEN-CINAI (Centro de Cuido y Nutrición Infantil) del Ministerio de Salud, particularmente, el caso de la comunidad de Guararí en la provincia de Heredia.

Este programa estructuralmente ha ido evolucionando como modelo referente de la nueva ley 9220. En el caso particular que investigo, se ha tenido un diálogo cercano con las mujeres madres lideresas de las comunidades y han logrado ampliar el horario de cuidados a los niños(as) en horarios más extensos, flexibles y adecuados a las necesidades de estudio y/o trabajo de las mujeres madres.

Esto es una lucha desde, por y para las mujeres madres, desde sus liderazgos organizados, es por ello que vincular sus propias experiencias en la medida de lo posible es de vital importancia en la literatura investigativa de las políticas públicas y de cuidados.

Porque los cuidados sostienen la vida de manera interdependiente en las sociedades durante los diferentes ciclos de la vida del ser humano y es un asunto de corresponsabilidad social, por tanto, debe romperse la feminización y así, “des familiarizarse” para resguardar los derechos humanos de nosotras las mujeres en ejercicio de la maternidad. Por ello, recuperar cada experiencia de la mujer madre, se vuelve norte y ayuda a ovillar la interseccionalidad vinculante, porque cada ejercicio de maternidad es único, cada mujer madre tiene una realidad que amerita escucharse para acuerparnos social y políticamente.