M.S.c Priscilla Carballo Villagra
Como plantea en sociólogo Simon Frith (2001) la música cumple diversas funciones sociales, pues básicamente lo que hace es transmitir contenidos y a partir de esto generar significados. Desde la antigüedad, ha sido una herramienta de sociabilidad que ha estado presente en todos los momentos importantes de las historias colectivas.
La música comparte ideas sobre temas básicos de autorepresentación, y esto permite construir una noción de un “nosotros”. Por ejemplo, a partir de los himnos y cantos escolares, y también a partir de cantos deportivos, o ritmos folclóricos la música generar identidad nacional o grupal. Esto evidencia el poder convocante que tiene en las sociedades modernas, y a partir de esto el potencial que tiene para usos políticos.
Pero además, la música permite la representación de “los otros” que se consideran diferentes y puede generar separación, pues como plantea Mendívil “Los desencuentros musicales nacen frecuentemente de nuestra incapacidad de aceptar la alteridad” (2020, p. 41). De esta manera se pueden construir muros a partir de la representación de otro como amenazante.
En la historia de América Latina la música ha sido utilizada como herramienta para construir imaginarios del poder, cantando a los próceres y a las élites políticas. Pero también se ha utilizado como forma de denuncia de las injusticias en diferentes momentos de la historia. A partir de esto las y los músicos han sido perseguidos, por ejemplo, durante las dictaduras en el sur del continente, donde estos y estas artistas eran prohibidos e incluso asesinados.
La música además implica un diálogo permanente entre las personas creadoras y las consumidoras, por lo que es una ventana que nos permite acercarnos a comprender las dinámicas sociales. Está se debe entender en un su contexto de creación pues remite a temas que le resultan significativos a las y los músicos. Además para su creación la música utiliza recursos que son accesibles en lo cotidiano sean instrumentos musicales o más contemporáneamente una computadora para producir sonoridades. De manera que podemos comprender las sensibilidades y formas de expresión de colectivos concretos que la producen.
Pero además, los receptores de estas músicas no son pasivos, y tienen la capacidad de decidir si les gusta o no, pero también de resignificar su contenido. En esto es importante el ejemplo de los colectivos LGBTIQ que han tomado música romántica y la han resignificado como cantos de libertad. De manera que el espacio del consumo cultural y de todas las resignificaciones que le dan los receptores es un elemento a tener en cuenta para comprender los alcances de la música.
A partir de esta relevancia social, en los últimos 20 años se han ampliado los estudios de las músicas populares desde diferentes formas de abordaje: la historia cultural, la sociología de la música, la antropología de la cultura, la musicología, la etnomusicología, los estudios sonoros, etc. A partir de esto se ha visibilizado como la música está cruzada por elementos de etnia, género, clase y colonialidad. Y se ha convertido en un campo de producción científica que articula diferentes estudiosos en centros de investigación alrededor del mundo, y en espacios como la Asociación Internacional de Estudio de las Músicas Populares, con ramas en Estados Unidos, Europa, Asia y Latinoamérica.
En Costa Rica el desarrollo de estudios sobre música desde las ciencias sociales es incipiente pero desde centros de investigación como el CICDE estamos trabajando en visibilizar estas temáticas en su complejidad, para entender el escenario cultural costarricense desde las sonoridades diversas que lo componen.
En esta línea este año publicamos el libro “Rock en contexto: el origen del rock en Centroamérica en 1970 y 1980” con la editorial EUNED, que contiene textos donde se explica el origen de esta música en Honduras, Guatemala, Nicaragua, Panamá y Costa Rica. Además este mes inició el proyecto “La lucha también se canta: mujeres del hip hop feminista en Centroamérica”, el cual pretende analizar los debates al feminismo desde el arte, ambas iniciativas buscan posicionar la música como recurso de análisis.
Aportar al debate sobre la música desde las ciencias sociales implica afinar el oído para escuchar lo que los diferentes colectivos sociales tienen para decir con esta herramienta artística y desde el CICDE, estamos aportando en este camino como mirada centroamericana. En próximas entregas presentaremos más resultados de ambos proyectos.
Referencias
Frith, S. (2001). Hacia una estética de la música popular. En Las culturas musicales: Lecturas etnomusicológicas. Trotta.
Mendívil, J. (2020). En contra de la música: Herramientas para pensar, comprender y vivir las músicas. Gourmet musical.
M.Sc. Juan Antonio Gutiérrez Slon
Con alto desgano, en días recientes del mes de julio 2023, se dio a conocer que el único sospecho del asesinato del líder indígena bröran Jhery Rivera Rivera, ha quedado temporalmente en libertad. Esto luego de que un tribunal de apelación, anulara el juicio en el que se condenó a 22 años de cárcel a un sujeto de apellido Varela y quien, en voz propia, ha confesado este crimen. Luego de aceptada la apelación sobre una parte de la redacción de la sentencia, el autor que ha confesado televisivamente este hecho, sigue en libertad, haciendo aún más tardía la justicia para los pueblos y territorios indígenas.
Este hecho se suma a los más de 500 hechos de violencia que diferentes instituciones como la Defensoría de los Habitantes, la oficina residente de la ONU en nuestro país, organizaciones no gubernamentales, universidades públicas como la UNED, UCR y UNA, así como distintos medios de prensa, han denunciado desde el 2010 cuando los hechos de violencia física, patrimonial y territorial se han agudizado contra personas indígenas. Es cumulo de hechos implica agresión con arma blanca y armas de fuego, quema de casas y cultivos, persecución de mujeres y amenazas de muerte que han llevado a un clima generalizado de impunidad y letargo en la justicia para con los pueblos indígenas.
La libertad actual de Varela, quien estaría esperando un nuevo juicio, se encuentra al lado del impune asesinato a sueldo del líder bribri Sergio Rojas Ortiz quien, en marzo del 2019, recibiera cerca de 15 disparos en su casa de habitación. Acto criminal que se suma al fallecimiento que en 2021 sufriera un Mayor bribri de Cabagra, quien producto de una golpiza sufrida años atrás por defender la tierra, acarreó secuelas que le mermaron su movilidad y le desmejoró su salud hasta el punto de fallecer.
Hechos todos, lamentables y caracterizados por haber sido poco atendidos por los Poderes de la República. Mismos que siguen en estado de letargo y mostrando reiteradas carencias para responder a la violencia que sufren las y los indígenas que defienden sus territorios. Hombres y mujeres que haciendo valer sus derechos a las tierras –así consignados por el derecho nacional e internacional– también se les debe incluir el sufrimiento mortal que la exfuncionaria de la UNED y lideresa bribri, Mariana Delgado Morales Tubölwak, tuviera por 10 años; luego de que su familia y ella misma sufrieran diversos hechos de violencia en sus cuerpos y viviendas.
Mariana Delgado sufrió en carne propia la violencia que en reiteradas ocasiones cientos de personas indígenas han venido sufriendo de la mano de perpetuadores de violencia que respaldan los intereses de finqueros no indígenas que invaden sus territorios. Ella soportó, y le enfermó, el sufrimiento que trajo el hecho que uno de sus hijos haya sido en dos ocasiones baleado por un grupo de hermanos invasores del territorio de Salitre. Dos intentos de homicidio acaecidos a plena luz de día, con suficientes testigos que identifican a los sospechosos, y quienes no niegan el haber disparado de dos ocasiones contra Minor Ortiz Delgado del clan Tubölwak. Sujetos de apellidos Figueroa Díaz y Figueroa Uva que, habiendo perpetuado dos intentos de homicidio, siguen en libertad y con poco avance en las causas penales que se siguen en su contra.
Son estos ejemplos de una injusticia histórica. De una discriminación étnica-racial protagonizada por el Estado moderno, y ejemplos todos, de algunos de los múltiples hechos de violencia que continúan dándose contra las personas indígenas que resisten protegiendo la tierra, en medio de un clima de impunidad y aturdimiento de las autoridades correspondientes y evidenciando que la justicia para los pueblos y territorios indígenas de Costa Rica, aún no ha sido ni pronta ni cumplida.
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