Dr. Luis Paulino Vargas Solís
CICDE-UNED
Expongo aquí, brevemente, algunos elementos para entender el concepto de sindemia.
El SARS-CoV-2, el virus que produce el Covid-19, es peligroso y representa un problema para la humanidad, a causa del contagio. Esto, que parece tan obvio, tiene, sin embargo, importantísimas consecuencias. La cuestión es que el virus se contagia porque somos personas que vivimos unas a la par de las otras, unas con las otras. Es decir, porque somos seres sociales y seres políticos: vivimos en comunidades, anudamos complejas relaciones sociales, construimos estructuras complejísimas llamadas sociedades humanas. Es por eso que un virus puede dar lugar a una epidemia. Más aún, es a causa de que las sociedades humanas se integran a nivel transnacional, incluso a nivel global y planetario, por medio de densas interrelaciones e intercambios comerciales, financieros, informacionales, simbólicos, culturales y, finalmente, por medio de masivos movimientos de personas, por lo que un virus puede transformarse en pandemia.
La cuestión es que las relaciones sociales, económicas, culturales y políticas que construyen y hacen existir las sociedades humanas, son, la gran mayoría de las veces, relaciones asimétricas, desequilibradas, inequitativas, a menudo conflictivas e incluso violentas. Por eso, un problema como el de la pandemia del Covid-19 no significa lo mismo para todas las personas, ni lo mismo para diversos sectores de la sociedad. La problemática alrededor de la vacuna lo ha evidenciado con mucha claridad: el avance de la vacunación ha sido mucho más lento en los países pobres, y especialmente en los países africanos al sur de Sahara, que en los países ricos. Estos últimos han acaparado las vacunas, más allá, inclusive, de sus propias necesidades, mientras al resto del mundo las vacunas le llegaban a un ritmo muy lento, o no les llegaban. Aunque en mucho menor grado que otros países, Costa Rica también se vio afectada por ese desbalance, nada de lo cual es inocente. De hecho, es algo que tiene terribles consecuencias, ya que implica que se perdieron muchas vidas que pudieron salvarse.
En algún momento, ojalá en un futuro cercano, es necesario realizar un estudio en profundidad de las implicaciones de la pandemia en los diversos sectores de la sociedad costarricense. Se puede anticipar que se descubrirá un patrón consistente: los sectores de bajos ingresos, que viven en barriadas urbanas empobrecidas y dependen de empleos de baja calificación, mal remunerados y muchas veces precarizados, han sido, muy seguramente, los más afectados, los que mayor cantidad de personas enfermas y de fallecimientos pusieron. Para esas personas el “quédate en casa” y el teletrabajo jamás tuvieron sentido. La opción siempre fue entre morirse de hambre o morirse del Covid-19.
Esas situaciones de pobreza, desigualdad y exclusión han sido, con seguridad, un motor que alimenta y potencia los contagios y, a partir de éstos, las hospitalizaciones y los fallecimientos. El problema se ha agrandado por esa razón, y, con seguridad, se ha agravado más de lo que era estrictamente necesario, porque el abordaje oficial del Covid-19, sistemáticamente hizo de lado la consideración de tales cuestiones. Reiteradamente, y de forma totalmente unilateral, se apeló a la responsabilización individual, ignorando que distintas personas se desenvuelven en ambientes sociales disímiles, contando con recursos y capacidades asimétricas, lo que inevitablemente influye, y de hecho condiciona y limita, el tipo de respuestas individuales que cada quien pueda dar.
También se ha hecho ver, y es importante no olvidarlo, que el Covid-19 ha tenido implicaciones de género asimétricas. Por un lado, es cierto que, con mucha diferencia, la mayoría de las muertes las ponen los hombres, y ello requiere un estudio que no se limite a las cuestiones estrictamente médicas. Pero, asimismo, es innegable que el confinamiento ha tenido implicaciones especialmente graves y problemáticas para las mujeres: ha multiplicado las cargas de sus responsabilidades de cuido y las ha expuesto a grados incrementados de violencia doméstica. Este último problema -el de una mayor violencia intrafamiliar- posiblemente afectó también a niños, niñas y personas mayores. Para muchas mujeres solas, jefas de hogar, la pandemia significó orillarlas al límite de la miseria extrema.
Por eso hablamos de sindemia: porque el SARS-CoV-2 deviene un serio problema en virtud de que las relaciones sociales en que se asientan las comunidades de que somos parte, son asimétricas, desbalanceadas, profundamente injustas y excluyentes. Ello determina dos cosas, ambas igualmente importantes: primero, produce un agravamiento general del problema; segundo, ocasiona que éste se distribuya desigualmente entre diversos sectores de la sociedad, según el género, el nivel de ingresos, la ubicación geográfica, el tipo de ocupaciones y los niveles educativos de las diversas personas, los diversos hogares y familias y, en fin, los diversos colectivos sociales.
Natalia Dobles Trejos
¿Dónde queda esta comunidad que convoca este escrito?
La comunidad de Guararí es una comunidad heterogénea, perteneciente al distrito de San Francisco, cantón central de Heredia en la provincia de Heredia.
Comunidad marcada por el liderazgo de distintas mujeres migrantes encargadas de velar por vivienda digna, acceso a servicios y cuidados de calidad para sus familias.
Es este último aspecto sobre cuidados es el que nos convoca: ¿Cómo ha sido el apoyo del CEN-CINAI a estas mujeres ante el COVID19?
Tal como lo expresa, Gabriela Quesada, jefa de la Regional Central de Heredia: “La pandemia y las restricciones sanitarias, marcan un alejamiento con las familias y sus realidades en el torno del hogar, aunque se intenta vincular trabajos de desarrollo integral infantil con herramientas tecnológicas, con metodologías participativas entre los grupos familiares y con los recursos disponibles a lo interno de los hogares”.
Por ende, la comunicación se torna difícil y esto conlleva a tener poco control y estadísticas reales sobre las violencias domésticas sufridas por las mujeres, niñas (os), adolescentes a lo interno de las familias y se tienen pocas herramientas para hacerles frente, si no existen denuncias directas por parte de las mujeres.
Aun así, la sororidad de las mujeres ejecutoras que atienden el caso de la comunidad de Guararí y su entorno, mantienen una iniciativa de apoyo a las mujeres y familias que deciden acercarse, brindando apoyo y asesoramiento en educación en derechos, atención de la violencia, así como, la atención particular del desarrollo integral de sus hijos/as en edades tempranas, lo cual, no deja de lado el apoyo alimentario y los cuidados dentro de las infraestructuras para aquellas familias que deciden retornar a la presencialidad, aunque de forma aún tímida.
Así; ¿Qué ha pasado en torno al acceso y continuidad de la educación de las mujeres madres jefas de hogar?
La “incertidumbre” se convierte en la protagonista ante los cambios y olas pandémicas de estos dos años y con ello, la ejecución de los presupuestos de las infraestructuras presenciales de cuidados maternos infantiles en cada una de las comunidades.
Algunas mujeres madres han podido continuar de manera virtual su formación de educación abierta durante el contexto de pandemia. Sin embargo, al retorno de la presencialidad que ha sido entrecortada en varias ocasiones a ritmo de los contagios de COVID19, los presupuestos ejecutables para abrir cuidados nocturnos se han visto afectados, con la triste consecuencia de que muchas de estas mujeres han desertado de su educación porque no cuentan con apoyos familiares, vecinales para cuidados de sus hijos(as) mientras continúan estudiando.
Aquí nos enfrentamos a las brechas entre cuidados y derechos de realización personal de las mujeres madres, otra más de las violencias profundizadas por esta pandemia.
No basta con la buena voluntad dentro de las comunidades si no existe una visibilización desde la toma de decisiones de las esferas políticas por agilizar los procesos de gestión presupuestaria para los contratos de cuidados en las comunidades y contextos inmediatos.
Voluntad y apoyo de las trabajadoras del CEN-CINAI está más que comprobado, no obstante, los procesos de licitación tienen una durabilidad de tres a seis meses y con ello, se vuelve a vulnerabilizar el derecho a la educación de las mujeres.
Es aquí donde propongo replantear un retorno progresivo a la presencialidad de estas mujeres que han decidido acogerse al sistema de educción abierta, mientras se reestablecen los apoyos de cuidados presenciales de sus hijos(as) para no afectar más sus derechos.
La organización y los recursos existentes son viables, a lo anterior, por favor, súmenle “Voluntad Política” y más “Empatía”. Tomemos en cuenta que los cuidados nos corresponden a todas las personas como inversión social que disminuye desigualdades, por lo tanto, no debe ser observado como gasto o dejarlo adornado en el discurso de “campaña política”.
Mural realizado por mujeres. (5/4/18). Marisol Varela y Ana Coronado, Guararí de Heredia.
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