Lic. Francis Muñoz Calvo
Al final de la década anterior el Estado de la Nación (Chacón 2020) exponía una serie de datos que planteaban la dependencia del sistema alimentario nacional en rubros elementales como los granos básicos. Según diferentes autores como Mario Fernández (2003) las reformas y ajustes incentivados a partir de la década de 1980 mutilaron los mecanismos de participación del Estado en los mercados agrícolas, es a partir de la década de 1990 que se configura un vertiginoso proceso de apertura y desmantelamiento del mercado alimentario que con los años ha consolidado la privatización y liberalización de la producción de alimentos en Costa Rica.
Al mismo tiempo en Costa Rica la alternativa institucional para el sector agro-productivo no responde de forma vigorosa y coherente con las necesidades de los territorios rurales, cuyo modelo económico ha sido planteado desde las necesidades de los mercados internacionales y los intereses de las élites económicas imperantes. La mutilación de los mercados para la agricultura nacional es uno de los efectos de las reformas neoliberales y tal vez es uno de nudos temáticos sobre el agro que ha despertado mayor abordaje dentro de las ciencias sociales locales.
Sin embargo, otro enemigo silencioso, pero menos abordado, es el mundo relacionado con las prácticas socio-productivas y sus efectos para los sistemas agroecológicos. Si bien las relaciones entre prácticas productivas y los sistemas ecológicos no han sido privilegiadas dentro de las Ciencias Sociales costarricenses, se trata de un campo de trabajo importante que merece un lugar privilegiado en las preocupaciones de la comunidad académica. Algunas de las razones son los efectos nocivos de las prácticas humanas para los sistemas ecológicos, la bio-diversidad y también para la salud humana. Pero también, las prácticas productivas pueden tener efectos económicos sobre los rendimientos y la sostenibilidad de las actividades agropecuarias en el tiempo.
Por tanto, se trata de una dimensión de trabajo y estudio igual de importantes que las transformaciones económico comerciales que ha experimentado el país los últimos 40 años. A través del trabajo del CICDE y la vinculación con sectores socio-productivos encontramos que las prácticas productivas y los paquetes tecnológicos adoptados por las unidades económicas agrícolas del país se caracterizan por ser un paquete productivo incentivado por la agro-industria que por defecto implica el uso indiscriminado de insumos químicos que dañan y mutilan la bio-diversidad de los suelos.
Específicamente, en mi caso gracias a la investigación que desarrollo en la zona sur de Costa Rica he recopilado diferentes análisis y estudios que alertan de la incoherencia entre dimensiones como la vocación de los suelos y las actividades a los que estos son destinados. Prácticas como la ganadería, la agro-industria y las unidades campesinas suelen llevar a cabo sus explotaciones en zonas y regiones cuya vocación de suelos suele ser de carácter agro-forestal, produciendo así el debilitamiento de los suelos y la contaminación de las fuentes de agua en muchos casos. Esto es visible en los paisajes que comúnmente observamos en los territorios rurales donde la deforestación y la erosión configuran un marcado desbalance ecológico caracterizado por la falta de aplicación de enfoques agroecológicos de producción.
Y por el contrario la aplicación de técnicas de conservación de suelos, el uso de insumos orgánicos para la producción, así como la protección y restauración de las fuentes de agua no es la regla común de los paisajes productivos. Además, la institucionalidad carece de una cultura que priorice el conocimiento agroecológico como filosofía productiva, mientras que los sectores rurales carecen de canales y medios para acceder a estos enfoques productivos que podrían revertir el efecto de la hegemonía socio-productiva basada en un paquete agro-industrial.
Por tanto, desde el CICDE de la UNED a través del trabajo conjunto con organizaciones y sectores productivos hemos incentivado diferentes actividades educativas tendientes a la sensibilización a través de enfoques pedagógicos de la educación no formal, que permitan el fortalecimiento de una cultura de cambio socio-productiva tendiente a la transformación de las prácticas productivas nocivas para el recurso hídrico y el recurso suelo. Por ello desde el 2023 venimos incentivando la conformación de grupos estudiantiles en la Sub-Cuenca del río Coto, específicamente en las comunidades de Biolley y Potrero Grande. A través de estos cursos lo que intentamos es vincular los diagnósticos hechos a partir de nuestras investigaciones con alternativas educativas que fomenten el acceso a las herramientas y sistemas productivos de la agroecología y la agricultura orgánica. Por ello en este vídeo recopilamos parte de la experiencia educativa del año anterior en la comunidad de Biolley y deseamos compartirlo en este número del blog mensual del CICDE.
Dra. Priscilla Carballo Villagra
En las artes como en todas las áreas de construcción de conocimiento, existen hasta el día de hoy brechas de género, que gracias a los aportes teóricos y políticos del feminismo, se han empezado a denunciar desde hace varias décadas y sobre las cuales se debe seguir trabajando.
Una de las principales formas de violencia en las artes ha sido borrar a las mujeres de la historia, por lo que poco se sabe de las mujeres en las músicas académicas o populares, o de las pioneras del cine, o de las dramaturgas, etc. Esto genera una perpetuación de un relato masculino que impide que otras mujeres que llegan a estudiar carreras de artes conozcan a las precursoras que las antecedieron. Conocer estas otras mujeres puede potenciar que las nuevas generaciones se piensen asumiendo nuevos roles.
Pero además, cuando las mujeres logran graduarse de sus carreras, encuentran un mercado laboral estructurado de manera desigual, donde tienen menos espacio en puestos de dirección de orquestas, de grupos de teatro o de danza. Además, sus obras se venden por un precio menor al de los hombres o muchas veces ni siquiera son exibidas. En interesantes libros como “Feminismo y arte Latinoamericano: historias de artistas que emanciparon el cuerpo” (Giunta, 2018) la autora evidencia cómo se ha tomado el museo como espacio de disputa para denunciar la invisibilización. Por ejemplo, la acción del colectivo Nosotras Proponemos en 2018 en el Museo de Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, donde realizaron una acción simple y potente: apagar el museo y dejar iluminadas solo las obras realizadas por mujeres, ante lo cual, al entrar al museo este estaba prácticamente a obscuras.
Pero además de que no conocemos la historia de otras mujeres, y de que estamos en mercados de trabajo desiguales donde las obras sean canciones, cuadros, etc muchas veces no llegan a exponerse, enfrentamos espacios con prácticas de acoso y violencia sobre nuestros cuerpos. Es decir, el mundo del arte no es un espacio seguro para las mujeres y lo hemos visto en las campañas que colectivos de mujeres artistas han desarrollado en áreas como el cine, donde se han denunciado graves hechos de violencia.
Recientemente en el país se ha empezado a denunciar la violencia y la desigualdad de las mujeres en el arte, lo cual es un paso histórico para romper el silencio. Nos espera un largo camino para que las instituciones y las instancias gremiales desarrollen protocolos de acción para prevenir y sancionar la violencia. Pero sin duda el trabajo que vienen desarrollando diferentes organizaciones formales e informales de mujeres nos dan la esperanza de que podamos construir desde la no violencia, para que el arte finalmente sea una herramienta liberadora de todas las opresiones.
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